Cada diciembre, e incluso antes, tú y tu familia le destinan un lugar especial en la casa. Lo adornan con cuidado, lo iluminan de manera vistosa y colocan regalos alrededor de él: su arbolito de Navidad.
Es punto focal y motivo para reunirse en torno a él. Lo cuidan, le toman fotos que comparten con seres queridos; celebran, degustan la riquísima cena navideña y abren los regalos con mucha emoción. Tu arbolito de Navidad presencia todo eso, decorado y brillante.
Las festividades navideñas han incorporado a lo largo de los siglos diferentes elementos de variedad de culturas, lo que le da un carácter multicultural a la festividad. Contiene rasgos italianos, españoles, nórdicos, germánicos, rusos, norteamericanos, ingleses, entre otros.
Por su parte, al árbol de Navidad se le ha atribuido un origen germánico. Inicialmente, se tenía la idea de su origen romano, por la práctica que consistía en decorar las casas romanas con ramas de árboles perennes. Posteriormente, se pensó en un origen en las culturas germánicas por su culto a los árboles y por establecer sus santuarios en medio de arboledas. Sin embargo, hay referencias de estos cultos en variedad de culturas indoeuropeas y, en general, del culto a elementos naturalistas.
En la América precolombina también existió el culto a los árboles. Incluso se consideraban algunos sagrados, como el caso de la ceiba, para los mayas. Se consideraba a los árboles como “columnas del cielo” y como vínculo con los dioses. Hoy en día, algunas regiones del continente conservan dichas creencias.
La práctica de llevar un árbol a casa y decorarlo como lo conocemos se extendió por Europa y, posteriormente, fue traído a México en el siglo XIX, durante el llamado Segundo Imperio Mexicano. En 1864 fue instalado el primer árbol de Navidad -como lo conocemos- en el Castillo de Chapultepec.
A lo largo del tiempo, las diferentes generaciones han ido adoptando y adaptando la tradición de colocar el árbol de Navidad en el hogar, escuelas o negocios como parte de las festividades decembrinas.
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